Reflexiones para tí.

¿Por qué lloras?

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Lucas 24:5, 6.

Porque como vencedor era imposible que la muerte lo retuviera en sus garras (Hech. 2:24), porque por medio de la muerte iba a destruir “al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14) y así podría “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (vers. 15), a la servidumbre de la angustia de la desesperanza eterna, Jesús rompe las cadenas de la muerte, y recobra su vida perdida, en un acto de su omnipotencia divina y de su condición de vencedor en el gran conflicto cósmico.

Ahora sí, habiendo cumplido con su obra maravillosa de redención, recupera plenamente su condición divina, ya sin velos, ya sin tener que ocultar su poder y autoridad bajo la humilde apariencia de un campesino pobre de Galilea, sino como el Rey de reyes y Señor de señores. Y, como tal, Jesús se convierte en el “primogénito [principal] de los muertos” (Apoc. 1:5), pero también en el anticipo, garantía y representante de todos los muertos de la historia que alguna vez resucitarán, cuando regrese en su reino de eterna gloria, para poner un punto final a la historia trágica de la rebelión y el dolor: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Cor. 15:20; el énfasis es mío).

Nuestra esperanza no se basa en una supuesta inmortalidad natural del alma, donde nuestro ser vuelve a vivir eternamente reencarnándose innumerables veces en otros cuerpos; ni en un pasaje directo al paraíso en forma incorpórea luego de morir. Nuestra esperanza está en la bendita resurrección de Jesús, que dejó vacía la tumba de José, y en su pronta segunda venida en gloria, a la Tierra, donde dejará vacías las tumbas de todas aquellas personas a las que hemos aprendido a amar en esta vida, incluyendo la nuestra. Si nos toca pasar al descanso antes de que regrese, Jesús nos resucitará y nos llevará para siempre al hogar verdadero, el celestial, para gozar de la eternidad con él y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que han vivido sobre este mundo, y que se han puesto de su lado en esta gran batalla entre el bien y el mal.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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